EL JUICIO POR LOS CRIMENES DE LA ESMA ENTRO EN SU ETAPA FINAL
La validez de los testimonios
Después de la extensa ampliación de declaración de Jorge “El Tigre” Acosta sobre el secuestro de las monjas francesas, del grupo de Madres y de Rodolfo Walsh, el tribunal incorporó los videos de los testigos en el Juicio a las Juntas.
Por Alejandra Dandan
A dieciséis meses del comienzo, el juicio por los crímenes de la ESMA entró en la etapa final. Después de la última ampliación de la declaración de Jorge “El Tigre” Acosta –que se extendió el lunes pasado hasta las once y media de la noche–, el Tribunal Oral Federal 5 dio lugar a la incorporación de las declaraciones de testigos que están muertos o no están en condiciones de declarar. En una medida celebrada por los querellantes, en las audiencias se están viendo las declaraciones filmadas que esos mismos testigos realizaron en el juicio a la junta de comandantes. Entre ellos hubo testimonios fundamentales como el de Emilio Mignone, uno de los fundadores del CELS, y el ex capitán Jorge Félix Roberto Búsico, uno de los integrantes de la ESMA que reconoció las operaciones ilegales contra los militantes políticos.
La semana comenzó el lunes con la declaración de El Tigre Acosta, que viene hablando desde hace tiempo. Habló mucho, largo, y pronunciando mentiras sobre verdades, como lo explicaron las querellas. Como había sucedido días previos con Miguel Donda, durante su relato Acosta rozó por momentos la autoincriminación. En una línea en la que terminó describiendo la ESMA como centro de reclutamiento y de torturas, hizo subrayados importantes sobre tres puntos: volvió al operativo a Rodolfo Walsh descripto por él mismo en una carta que había entregado al tribunal; se refirió al secuestro del grupo de Madres y familiares de desaparecidos en la Iglesia de Santa Cruz y describió cómo se organizaban los operativos en las calles.
Sobre Walsh, volvió a decir lo que dijo en la carta. Que estaba dispuesto a morir sí o sí. Repitió la idea del suicidio, habló de un solo tiro y describió el traslado del cuerpo a una comisaría de la zona para sacarlo de la ESMA. Fuera de eso, las querellas tomaron nota del nombre de un capitán a quien mencionó como a cargo del operativo, hombre que, por supuesto, está muerto.
Del grupo de la Santa Cruz, mencionó por la negativa un dato que podría certificar la fecha de los traslados de las víctimas. Acosta dijo que entre el 7 y el 15 de diciembre la ESMA prácticamente no funcionó. Que se suspendieron las tareas del GT 3.3.2, que nadie trabajó y que por los feriados quedaron todos abocados a firmar papeles de las licencias y diplomas. “Lo dijo así, con ese descaro”, señaló a Página/12 Ana María Careaga, hija de una de las integrantes de la Santa Cruz. Para los acusadores el tema de las fechas es importante. Algunos creen que, de alguna manera, con esos datos Acosta marcó los límites de la permanencia del grupo en la ESMA, y ubicó el día 14 como el momento del vuelo final de los cuerpos, un dato que está en investigación porque algunas versiones indican que podría haber sido días más tarde.
Por otra parte, admitió que desde agosto o septiembre de 1977 todos los agentes de inteligencia estuvieron abocados a infiltrarse en el Movimiento de Solidaridad de Derechos Humanos para cambiar la imagen de Argentina en el exterior. “Incluso yo mismo participé para visitar periodistas y medios extranjeros porque sabía bien inglés”, dijo. Explicó que hizo la tarea con una de las secuestradas que tenía esas mismas condiciones. Pese a que no dijo claramente dónde estuvo, quienes lo escucharon entendieron que uno de los lugares pudo haber sido la Plaza de Mayo. Y que la idea era toparse ahí con periodistas para darles una versión distinta de lo que estaba pasando.
Sobre los operativos, evocó las estrategias del grupo de tarea 3.3.2 ante el uso de las pastillas de cianuro durante los secuestros. Explicó que al comienzo daban la voz de alto, pero eso producía un enfrentamiento y los militantes solían usar las pastillas de cianuro que impedían capturarlos con vida. “Todo el mundo conoce el famoso tacle de Astiz –dijo–, pero eso lo hicieron varios.” Con ese tacle, lo que hacían era acercarse a las víctimas y agarrarlos para evitar que tomen las pastillas. A esa altura, en la ESMA, explicó también, había un médico que encontró el modo de contrarrestar los efectos del veneno.
Días después, comenzaron a verse los videos de las declaraciones en el juicio a la junta de comandantes. Uno de los testimonios clave fueron dos tramos del testimonio de Mignone, sobre el que las querellas tomaron nota. Uno de ellos son las tres entrevistas que mantuvo con el represor y jefe de la Armada Emilio Massera, en las que le dijo que las monjas francesas estaban muertas. Mignone le respondió: “Si están muertas es porque ustedes las mataron”. Y Massera no contestó. Otro de los tramos es cuando da cuenta de una entrevista en 1977 con Oscar Antonio Montes, uno de los represores acusados en el juicio. Durante un exabrupto Montes reconoció que los sacerdotes Orlando Yorio y Francisco Jalics habían sido víctimas de grupos de tarea de la Armada.
Otro de los testigos reescuchados fue Búsico. Durante el Juicio a las Juntas, declaró que en 1976 era capitán de Fragata y era uno de los operativos dentro de la ESMA. Pese a que no estaba afectado a la “lucha contra la subversión”, un día lo convocaron para un operativo. Durante el procedimiento, él dio su nombre y por eso lo reprocharon sus compañeros de arma. Detrás de él llegó Néstor Omar Sabio, que no dio su nombre, sino uno falso, una característica que le permitió empezar a entender cuál era la metodología. Aseguró que por esa situación se quejó ante Chamorro para decirle que no estaba de acuerdo con el uso de nombres falsos, con los operativos de noche y el hacerlos de modo encubierto. Que por esa razón lo separaron de la “lucha antisubversiva”, pero que de todos modos en las guardias que le tocaban veía entrada y salida de personas que claramente no eran personal de la ESMA. Que la gente entraba capturada, llegaba encapuchada y nunca los vio salir”. Los veía pasar de un lado a otro, en algunos casos los llevaban con frazadas, y que desde uno de los puestos se les daba órdenes a la Policía Federal para no intervenir en las zonas.
Una vez, dijo, le pidió a un mayordomo de la ESMA sus cosas para llevárselas. El hombre no las encontró y entonces lo autorizaron a subir a buscarlas al altillo. Dijo que en ese momento se quedó impactado. “Para mi sorpresa estaba repleto de muebles y de cosas que sin duda eran resultado de la lucha contra la subversión.”
Ayer fue el turno de Thelma Jara de Cabezas, que no está en condiciones físicas de declarar en las audiencias. Esta serie de testimonios permitió a las querellas empezar a pensar que todas las declaraciones de estos juicios, que también están siendo registradas, podrían usarse en los próximos debates.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-167252-2011-04-29.html
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