Articulación política y cultural
A la semana, la brutal represión desatada contra el pueblo de Cutral-Co -cuyos reclamos fueron articulándose al calor de la lucha de los maestros neuquinos- cobró en Teresa Rodríguez una víctima más de un modelo que sólo cerraba con represión. Desde la Carpa, la CTERA convocó a un paro nacional y a una movilización el 14 de abril en repudio a la represión. La sorprendente masividad de ambas medidas indicaba que una trama de resistencias comenzaba a tejerse y anudarse desde y con la Carpa Blanca
Esa primera sensación de que la Carpa estaba llamada a condensar en su territorio físico y simbólico la multiplicidad de pequeñas-grandes batallas contra el modelo neoliberal, fue expandiéndose hasta límites inusitados. Junto a los docentes, estuvieron allí los familiares de José Luis Cabezas, de María Soledad Morales, de las víctimas de la AMIA y la Embajada de Israel, peleando para recuperar la justicia negada por el poder; los padres de Miguel Bru y Sebastián Bordón, muertos por el gatillo fácil y otras nuevas formas de represión contra los jóvenes; las incansables Madres y Abuelas de Plaza de Mayo; los militantes que, como la monja Pelloni y los curas Cajade y Farinello, peleaban contra el hambre y la prostitución infantil los jubilados que obstinadamente seguían reclamando por su dignidad. La Carpa fue además, caja de resonancia de los múltiples conflictos que protagonizaban trabajadores de todo el país. La Carpa Blanca se transformó en Carpa de la Dignidad
La Carpa constituyó un hito cultural a contrapelo de los rituales de la farándula oficial y de los agoreros que pronosticaban una mimetización con el paisaje. CTERA logró instalar como producto mediático un hecho político cuyo signo ideológico no se desdibujó con la exposición pública. Por el contrario, aglutinó el compromiso de escritores, músicos, artistas plásticos, bailarines, periodistas, gente de teatro, cineastas, titiriteros, murgueros, deportistas de todas las disciplinas, articulando el consenso de los trabajadores de la cultura en defensa de uno de sus bienes más preciados: la educación pública.
La Carpa, como expresión de nuevas formas de lucha y de articulación política, potenció una de las mejores tradiciones del movimiento sindical: la pelea desde la calle. Fue creciendo en consenso activo y movilizado de los trabajadores de la educación de todo el país, que dieron multitudinario contenido a las acciones convocadas desde la Carpa: movilizaciones del 14 de abril, 20 de junio y 11 de setiembre, en 1997, y 2 de abril y 11 de setiembre, en 1998; las carpas instaladas en cada provincia y el ayuno de dos días realizado en cada escuela del país alrededor del día del maestro; o los paros nacionales docentes que alcanzaron índices de acatamiento total, aún en jurisdicciones donde el presentismo golpeaba duramente el salario docente.
Ese posicionamiento popular sostenido y organizado desde la Carpa jugó un papel significativo en la derrota electoral del menemismo en octubre de 1997.
Ley de Financiamiento Educativo
Los años 1998 y 1999 tuvieron como eje la lucha por lograr una Ley de Financiamiento Educativo. Desde la Carpa Blanca, 300.000 firmas acompañaron ese pedido; desde la Cámara de Diputados, legisladores surgidos de las filas del sindicalismo docente liderados por Mary Sánchez construyeron dificultosos acuerdos transversalizando los bloques partidarios y apoyándose en el consenso popular sostenido y organizado desde la Carpa a través de paros, marchas, movilizaciones y nuevas carpas en la provincias. Varios proyectos intentaron cambiar el financiamiento por la modificación de los Estatutos. El Ministerio de Economía liderado por Roque Fernández actuó presionando sobre diputados y senadores para que no se concretara la Ley. Por fin, luego de intensas negociaciones surgió una propuesta que incorporaba los fondos suficientes y retiraba la exigencia de modificación de los Estatutos pero incorporaba tributos (Impuesto a los automotores) para el sostenimiento del Fondo. Ante el planteo de CTERA de que esto último podía traer dificultades, se incorporó una cláusula de garantía estatal que puso el Fondo a resguardo ante una recaudación insuficiente. Ante esto la CTERA plebiscitó la propuesta ante todos los docentes, obteniendo un amplio respaldo.
El menemismo pasó de la negativa a la irritabilidad. El 11 de septiembre de1998, mediante un vallado y la custodia de más de mil policías, se impidió que los docentes accedieran a Plaza de Mayo. En noviembre de 1998 fue aprobada la Ley 25.053, pero el Poder Ejecutivo vetó la cláusula de garantía. La Carpa siguió. Los medios de comunicación que apañaban al poder y los grupos empresariales del transporte iniciaron una campaña de desprestigio y de resistencia al pago del tributo, que intentaron disfrazar como una lucha de "pobres contra pobres". En ese contexto de lucha, un nuevo proceso eleccionario, en setiembre de 1998, llevó a la reelección como Secretaria General, por la Lista Celeste, a Marta Maffei.
Imaginación y entereza
A pesar de que a mediados de 1999 se cobró la primera cuota del incentivo docente previsto por el Fondo de Financiamiento, la Carpa y el Ayuno Docente continuaron ya que no estaba garantizada la continuidad de dicho Fondo. En noviembre de ese año un nuevo paro nacional docente, de acatamiento masivo, expresó que la meta era doblarle el brazo al modelo de ajuste y que fuera el Estado el garante de mayor inversión para la educación. Finalmente en diciembre de 1999 el Congreso aprobó, dentro de la Ley de Presupuesto, la creación de un fondo de 660 millones con Recursos del Tesoro Nacional, quedando sin efecto el impuesto automotor a partir del 2000.
Luego de una entrevista con el recientemente electo presidente De La Rua, donde se comprometió a cumplimentar la Ley, el 30 de diciembre se levantó finalmente la Carpa, cumpliendo con la resolución ampliamente mayoritaria del Congreso de CTERA del 27 de diciembre.
Al día siguiente el periodista Pasquini Durán sintetizaba el significado de esta lucha:
"Sin violencias, con imaginación y entereza, instalaron nuevos métodos para la lucha gremial, resistieron los empellones del poder altanero, soportaron la fatiga propia y la ajena, eludieron las tentaciones de la rendición anticipada, desoyeron los consejos maliciosos y demandaron hasta conseguir, en la libertad democrática, el mandato de la ley. Probaron, con toda evidencia, que ninguna razón de la economía es superior a la condición humana.
Cuando ayer desarmaron la Carpa Blanca, festejaban la victoria de otra etapa cumplida, en una larga historia que aquí no termina, para beneficio de la escuela pública. Con el mismo acto dejaron inaugurada la esperanza para el desamparo de tantos, que desde ahora tendrán un espejo donde mirarse. Se puede y se debe, enseñaron sin pizarrón ni tiza pero con legítimo orgullo...."1
1 "Blancuras" en el diario Página 12; 31 de diciembre de 1999.
Movimiento Pedagógico y derecho social a la educación
La política educativa oficial, sin correrse del objetivo de desestructurar el aparato educativo, utilizó la estrategia de avanzar con distintas y variadas propuestas y acciones en cada lugar del país. Así, en el marco de normativas de excepcionalidad o emergencia, los gobiernos provinciales instrumentaron reducciones y ajustes presupuestarios, rebajas salariales, precarización de los puestos de trabajo y un proceso improvisado de reconversión laboral librada al mercado.
La posibilidad de enfrentar el avasallamiento de los derechos laborales y el progresivo desfinanciamiento de la educación pública dependió tanto de la legitimidad y/o de la posibilidad de represión de regímenes democráticos, en general absolutamente formalizados, como de la desigual capacidad organizativa y de movilización de los sindicatos provinciales. Conflictos múltiples, simultáneos y heterogéneos, reflejaban el efecto desestructurador de la autodenominada "Transformación educativa", y a la vez debilitaban la posibilidad de ponerle freno.
Frente a esa realidad político- educativa ya no alcanzaba con unificar la lectura y la denuncia, se hacía imprescindible unir las luchas en una acción nacional que evitara que las huelgas que prolongaban la pérdida de días de clase de los chicos, terminaran siendo funcionales al discurso "privatizador" de la reforma.
En abril de 1997 se logró la nacionalización del conflicto educativo a partir de la instalación de la Carpa Blanca, con maestros que ayunaban frente al Congreso Nacional para reclamar una ley de financiamiento educativo.
El logro, al cabo de tres a-os de lucha, de una Ley de Incentivo Docente por la cual el Estado Nacional aportaría 660 millones de pesos anuales destinados exclusivamente a aumentos salariales, rompió con la lógica de la descentralización y desresponzabilización del Estado Nacional.
A lo largo de toda esta etapa de políticas neoliberales las prácticas de resistencia de la CTERA estuvieron orientadas por los siguientes objetivos políticos:
evitar que en nombre de la reforma del Estado, la precarización laboral y la desocupación afectaran a los trabajadores docentes;
ponerle límite al proceso de desfinanciamiento progresivo del sistema educativo, que venía profundizándose en la última década;
disputar ideológicamente el proceso de desvalorización de la escuela pública y resistir la privatización de segmentos del servicio educativo;
denunciar y combatir los mecanismos de exclusión y diferenciación que las reformas neoliberales potencian o introducen en las escuelas".
Como saldo de una década de oposición sistemática a estas políticas CTERA logró un perfil sindical que la distingue, en tanto la proyecta al terreno de la disputa política e ideológica nacional.
Hacia el interior de sus propias organizaciones gremiales, se fue construyendo una concepción que "descorporativiza" las reivindicaciones laborales docentes -porque inserta la lucha por sus derechos en la lucha política más universal por el derecho social a la educación- y transforma los sindicatos docentes en articuladores de un polo de opinión y acción en defensa de la escuela pública, con capacidad de constituir un movimiento pedagógico nacional.
http://www.ctera.org.ar/item-info.shtml?x=61588
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