
Estaba recapitulando sobre algo que fui a arreglar en la entrada del "Trueno naranja" porque no es que vengo y me avivo de la estafa monstruosa de lo que fue esto de la nostalgia enfocada sobre nuestra infancia que escondió las agachadas de útlima generación.
Hablo de esa nostalgia donde recordábamos el horóscopo del chicle "Bazooka" que nos decía: "Hoy le tenés que decir que la amás", el pan con manteca a la tarde, el chocolatín "Jack" con sorpresa (¡qué flor de mierda resultaste Felipe Fort vos y el putardo de tu hijo, ahora sos el dueño de cuanta punta de góndola se te ocurra!), dónde la vaca venía en el cofrecito de chocolate berreta con gusto a plástico, las maquinitas de chicle bolita y todas esas pelotudeces que hicieron que todos estuviéramos prendados de la fiebre del "henna" con que todas las minas se pintaban la cabeza en los '90. El "henna" y los rulos, incluso... los bucles.
¡Cómo nos la pusieron con esa porquería!
Ahora están llorando como niñas chiquitas terminando de despedir a las "reinas" caducas de ese carnaval inmundo como si fueran las "imanyás" (¿así se escribe?) que van a bendecir con su desaparición en medio del mar a los marinos y a los navegantes.
Eso fue su fiesta.
Así conocí yo a mi mujer. Un noche: con la notebook donde escribía mis poesías abajo el brazo, me fui CAMINANDO (como tantas noches) después de cerrar el negocio (en un tiempo cercano a aquel en que una noche me quisieron balear en el estómago y las balas cayeron al piso y todavía me queda la duda de si no morí esa noche), me fui hasta el café del Paseo La Plaza (porque me pasaba que no podía dejar de ser vicioso de caminar por Corrientes) y ahí estaba Gladys.
Imaginate: Gladys (como aquella que no pudo ser a pesar de la batalla que presenté, desarmado, estúpido, temblequeando como un idiota) una semana antes que lo levantaran a mi viejo para matarlo. Gladys: trabajaba ofreciendo "tiempos compartidos" (empleo basura del menemismo infame), impactante: pelo negro largo, con minifalda (que era un "jumper" color marrón, fijate que hijos de puta), altísima. Me ofreció el "tiempo compartido" en la mesa, yo... parco... más parco que Reutemann después de salir por vigésima vez segundo, así y todo, cuando me habló alcancé a decirle: me parece bien: pero vamos juntos.
Ya había iniciado un camino por una pesadilla que duró años y que no me voy a poder olvidar NUNCA. Me habían dejado sin trabajo en el Estado y me había tenido que ir a laburar de Lunes a Lunes de 9 a 22 horas de "cuentapropista", para que los hijos de puta genocidas de los multimedios vivieran una linda primaverita de casi 15 años con aire acondicionado, cafecito, cochecito último modelo con modelito de Tinelli incluída o con... Andrea del Boca (¿¡sabés qué, galán!?, esta hecha un hipopotamo, pero luce... ¡papá!); todo puesto al servicio de la desinformación.
Yo tenía en ese entonces dos cosas en la cabeza: una se llamaba Paula quien era una cretina que estudiaba en la Escuela de Psicología Social a dos cuadras de la Iglesia de la Santa Cruz. Lo que me hizo esta Paula a mi, una pelirroja teñida que vivía cerca de ese shopping inmundo que está en Florida y Córdoba; a partir del día del estallido de la AMIA, el 18 de julio de 1995 a las 9:00 de la mañana.
Esa noche, el 18 de julio de 1995, en una clase que coordinaba una tal Claudia, creo que lloré a mares adelante de todos toda la clase. Al día siguiente, esta demonia hija de puta de Paula, sabiendo que yo me moría por ella me llama a mi casa y solo me preguntó esto: "¿qué le pasó a tu viejo?".
Mi cabeza no daba para más, no sé ni que le respondí, pero... algo hice que no "estuvo bien" a instancias de esto, porque las autoridades de esa Escuela de "Pichón Riviere" en 18 de noviembre decidieron expulsarme a instancias de lo que Paula les había dicho.
Ahí iba otra vez Gustavo, hecho pedazos a pedir que le abrieran las puertas de la Iglesia de la Santa Cruz para buscar refugio, pero las puertas de esa Iglesia no se abrieron y me tuve que arreglar con aferrarme a las rejas (me acuerdo perfectamente, porque Paula trabajaba en el Hospital Francés, a unos metros de ahí). La ironía del destino, trágica, por cierto me lleva a descubrir tiempo después que esa es la Iglesia donde pierde la vida gran parte del grupo original de resistentes por los derechos humanos contra la dictadura genocida, apropiadora, ladrona de bebés, pedófila y culturicida cívico militar.
Me arreglé como pude con Gladys ("Té"), de inmediato la relación fue de una furia tal que me invadió un pánico desvastador de no poder llegar a contenerla jamás, era propiamente una psicópata al estilo "Misery", fue desvastador. Hubo hechos que, por pudor, no podré contar nunca.
Me aferre a la memoria de mi "Gladys", la del "Sarmiento", la del '78; para sacar fuerzas de algún lado y soportar lo que era como el Katrina, pero que jamás terminaba.
NO hay lugar de la Ciudad de Buenos Aires que no testimonie nuestras peleas, no hubo prácticamente un día de paz en 16 años, hubo años enteros donde las peleas se podían producir cada 24 o 48 horas. La puerta giratoria era la demi casa, siendo mi casa, me tenía que ir a cada instante, a la 1, a las 2, a las 3, a las 5 de la mañana, huyendo de la discusión, en medio del frío y la lluvia a dormir en el piso de la cocina de la casa de mi vieja con 5 grados de temperatura.
O terminaba caminando solo, yendo y viniendo veinte veces de la estación de Floresta a mi casa temiendo acercarme a mi hogar, no podía volver, porque había veces que volvía y tenía que volver a irme.
Todo esto, en medio de los ataques de pánico que sufrí durante años hasta casi el 2000 ò 2001, cuando casi cesaron por completo, pero cuyas secuelas...
De cada enfermedad que tuvo la saqué solo, gripes, descomposturas, anorexia nerviosa, el embarazo, todo solo. Pero jamás me atendió. Nunca, Le limpié los vómitos, la menstruación, le lavé la bombachas y los corpiños, la ropa, a mano durante años agachado en la bañera.
Fui su sirviente, su asistente, su secretario, el que le hacía los trabajos prácticos para el profesorado. Y se limpió el culo conmigo: no me fue infiel. A Gladys no la van a agarrar con eso.
Pero lo que hizo de mi no dejándome levantar la cabeza nunca. Se apropió de todo lo que sabía, incluso de como cocinar... todo... el enfoque sobre los derechos humanos y las políticas públicas.
Y no me dio nada. Cuando mi hijo nació los dos días que los dos estuvieron internados no me separé un instante de ellos, dormí en una silla en la sala de recepción del IMO, porque las ironías del destino hicieron que mi hijo naciera en el IMO, una factoría de nacimientos que muchos sospechan pertenece al burócrata sindical y mafioso mercantil Armando Cavalieri, uno de los factótums de mi despido de OSECAC, cuando este era ente descentralizado del Estado.
Mi hijo nació en el IMO.
¿Se imaginan humillación más grande para mi que haya nacido en esa cueva infame, en esa vergüenza nacional de la medicina obstétrica?
(Tenía tanto miedo esa madrugada en ese lugar de mierda que no separé de mi bebé ni un segundo por miedo de que me lo cambiaran por otro o que nos hicieran algo peor).
¡Y después quieren venir a explicarme lo que es la humillación! ¡Aprendan primero a sonarse bien los mocos!
La madre, de inmediato se desligó y yo me que convertí en padre y madre. Aprendí a no dormir.
Y cuando otra vez volvieron las enfermedades: ahora había que atender a dos. O a tres. Nos intoxicamos los tres: limpiaba los vómitos de ellos y como podía, arrastrándome a oscuras a las cuatro de la mañana y vomitando yo también me desplazaba entre el cuarto de Gladys y el de mi hijo para que no se me viniera el mundo abajo.
Las entre 16 y 10 vacunas que tiene mi hijo, todas se las dió conmigo.
Todas sus visitas periódicas y de rigor al pediatra las hizo conmigo, excepto una.
Cada salida a la calle en dos años, conmigo.
Cada pañal pillado y cagado, conmigo.
Cada mamadera y comida: conmigo.
Casi todas las noches a dormir: conmigo.
Y acá me quedo, pero no es ni el 20% de lo que es realmente.
Supongo que ahora volverá a tener la boca horrible que tenía entonces y volverá a tropezarse con las cosas como cuando la conocí.
Y, además, están los 16 años de esclavitud sexual a su servicio.
Bueno, ahora, la Humanidad tiene un gravísimo problema más del que el estúpido de Gustavo ya no se hace cargo: Gladys está suelta. Igual que cuando a mi me la tiraron para ver si era "capaz de domar fieras". Mi paciencia se agotó. Y si pudiera, tambien le envenenaría tanto el alma a la perra de mi vieja para que se los comiera crudos a todos los hijos de puta en este planeta, porque se que le temen, pero eso no me sale.
¿Y después qué? ¿Cuándo la agarre alguno de esos hijos de puta genocidas a los que le formó la mente "Clarín" y dentro de 10 ó 15 años se la descarte, voy a volver a ser yo el BOLUDO que se haga cargo de los 7 demonios recreados en esta hija de puta y ya previamente domados por mi? ¿Eh? ¿¿¿ Qué extraña y enferma fantasía les alimenta aún la creencia de Gustavo "El Exorcista"??? ¿¿¿Eh???
¿¿¿Eso se creen qué va a pasar???
De todos modos, es una fantasía de un resentido, pero lo que no son fantasías son las miles de cabezas nucleares enterradas en la tierra con capacidad aún de hacer polvo el planeta entero o, ese experimento tan raro del acelerador de partículas en Europa.
O los 3.000 millones de seres humanos que se mueren de hambre y que no se sabe que pueden hacer mañana si siguen muriéndose de hambre cuando se den cuenta que con el verso de las ONG y la ONU los están matando más de hambre.
O la bicicleta financiera internacional que pagan la pizza y el champán de Sarkozy, Cameron, Berlusconi, Merkel y Obama, mientras los demás nos morimos de hambre.
Hace bien Chávez en tener muchos Sukoi, pero muchos Sukoi, esta gente no está dispuesta a ceder por las buenas.
Las guerras se ganan con una buena fuerza aérea.
Todavía sigue en pie mi promesa de ir a romper en mil pedazos un televisor a la puerta de Canal 13, en cuanto tenga un peso para cumplir esa promesa.
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