Hasta el comienzo de abril, las figuras de cierto relieve opositor depositaban su confianza en que las primeras figuras de Clarín, Techint y La Nación –Héctor Magnetto, Paolo Rocca y Julio Saguier– tallaran para armar las fórmulas presidenciales. Clarín esperaba algún resultado de ese maquillaje llamado internas abiertas del Peronismo Federal para después sumar al PRO a ese cóctel. A su vez, Techint había pactado con el radical Ernesto Sanz para también abrir una puerta a la figura más potable del PRO, la diputada Gabriela Michetti. Saguier, por su parte, se ocupó –por vía de Francisco Cabrera, ex CEO de La Nación y ministro de Desarrollo Económico de Macri– de hacer saber que el diario de los Mitre jugaba sus fichas por los radicales para las elecciones nacionales y que no apoyarían a Macri en la carrera a la presidencia.
Pero los escenarios pensados por los líderes de las corporaciones opositoras no contemplaban la extrema debilidad de sus posibles candidatos ni tampoco la consistencia de las políticas de Cristina Fernández de Kirchner y sus principales referentes políticos. Es más, esas corporaciones apostaban fuertemente a crear fisuras entre el Gobierno y la CGT y también entre la Presidenta y Daniel Scioli. No se cumplieron ninguna de las dos cosas: no lograron hacer cuñas en el kirchnerismo ni tampoco pudieron eslabonar candidaturas. Comprender esto es fundamental para tomar dimensión de la cantidad de desatinos que, esta semana, cometieron quienes hoy intentar sellar pactos de cara a octubre (Ricardo Alfonsín, Hermes Binner y Margarita Stolbizer) ni mucho menos quienes se preparan para las elecciones porteñas del 10 de julio. Concretamente, Mauricio Macri y Fernando Pino Solanas.
Macri en el día de la Patria. El jefe de Gobierno porteño montó un mal escenario de campaña electoral en vez de un acto protocolar en la mañana del 25 de Mayo. En cambio de asistir con todo su gabinete a un tranquilo acto para recordar la gesta patriótica, Macri mandó poblar de policías metropolitanos las escaleras de Bolívar 1. Algo insólito, ya que son los soldados del Regimiento de Patricios y no esos agentes policiales quienes pueden darle sentido a la fecha. Pero no, la presencia policial se debió a que Macri tiene pensado revertir las malas previsiones electorales con un discurso basado, casi exclusivamente, en ser el garante de la seguridad. Su mala cara y los policías respondían a que había encargado una encuesta cuyos resultados le cayeron como un baldazo de agua fría. El consultor César Mansilla midió la intención de voto a la fórmula Mauricio Macri-María Eugenia Vidal una vez que se conoció oficialmente que la dupla Daniel Filmus-Carlos Tomada expresaría al kirchnerismo en la Ciudad. Mansilla le dio una buena y una mala. La buena era que, en primera vuelta, el PRO tenía 36% de preferencias mientras que el Frente para la Victoria tenía cinco puntos menos; es decir, 31%. La mala era muy mala: según Mansilla, en segunda vuelta Filmus-Tomada obtendrían el 51% y Macri-Vidal el 49%. Otros estudios del jefe de Gobierno porteño le indican que su imagen negativa no baja del 50%. Por eso, la consigna de su jefe de campaña, Jaime Durán Barba, es campaña-campaña-campaña. Por eso, no se trató de una confusión entre el acto oficial de gobierno y un gesto proselitista. Su discurso de la seguridad se basa en haber creado un cuerpo policial con un buen número de efectivos cuya única misión parece ser mostrarse en los shoppings y plazas de Palermo, Belgrano y Recoleta. Es más, con el mapa del delito en la Ciudad de Buenos Aires en la mano, que indicaba que el territorio con menos incidentes es Villa Urquiza, Macri decidió que la sede de la Metropolitana fuera ¡Villa Urquiza!
Para broche de ese acto lleno de policías sólo con el rabino Sergio Bergman y con la candidata Vidal, Macri se prestó a una rueda de prensa con los movileros allí presentes. Al cabo de unos cinco minutos de breves y frías respuestas del jefe de Gobierno a distintos requerimientos, el periodista de radio El Mundo Diego Colabernardino le preguntó sobre el porqué no estaba su gabinete sino los candidatos del PRO. Macri lo interrumpió con un ácido comentario: “¿Ya terminaste con tu tarea kirchnerista?”. Tras eso, giró los tacos noventa grados y se retiró ofendido. Para desconocimiento de Macri, El Mundo tiene una programación con muchos comunicadores marcadamente opositores. Pero Colabernardino, además de ser movilero de El Mundo, trabaja en prensa del Partido Socialista.
Alfonsín, Binner. Por Rivadavia y La Diez. La aburridísima telenovela de cómo Ricardo Alfonsín dejó a Hermes Binner y prefirió a Francisco de Narváez parece no tener final. Y por no asumir que la UCR prefiere un socio de derecha con votos en la provincia de Buenos Aires, el precio que pagan es irritar a Binner. Así fue que el diputado Ricardo Gil Lavedra, actuando como vocero oficioso de Alfonsín, dijo que esa posible alianza “se desvaneció”. Y agregó: “Para hacer una fórmula hay que tener mutua confianza, y eso se ha degradado”. Al rato, por Continental, Binner se despachó y dejó entrever que su candidatura –de cara a octubre– está más que verde y le dedicó algunas caracterizaciones a De Narváez. Éste, al rato, salió por Radio 10 para condicionar la decisión de Alfonsín. Sugirió que, en cambio del cariz progresista que quería el hijo del ex Presidente como su perfil público, el empresario menemista dijo que “es tiempo de plantearles a los argentinos una forma moderada y moderna de gobernar, sin tanta conflictividad, corrigiendo rumbos, saliendo de esta soberbia y autoritarismo que plantea el kirchnerismo todos los días”. Esta sucesión de conversaciones intrascendentes cobra significado porque resultan marginales al interés de las corporaciones mediáticas que no tendrán una fórmula que les actúe como escudo protector en las elecciones del 23 de octubre.
Selser y Solanas. Por Télam y Continental. Jorge Selser, el socialista que eligió como “sorpresa” Pino Solanas dijo a la agencia oficial de noticias que, en una eventual (pero segura) segunda vuelta entre Macri y Filmus, “podría conversar con el kirchnerismo porque en esas filas hay hombres respetables y patriotas”. Solanas, al día siguiente, salió por Continental a desacreditar a Selser y dijo que de ningún modo ésa era su línea. En todo caso, dijo el cineasta, dejarían a sus seguidores a que voten por quien quieran. Selser, al día siguiente, se corrigió y dijo que “hasta el día de los comicios, somos todos adversarios”. También por Continental. La preocupación de los allegados a Solanas era “cómo iba a reaccionar” el otro médico y también socialista Binner que está deshojando margaritas y viendo si encabeza una fórmula presidencial con un aliado de Solanas.
Como parte de la pérdida de perspectiva de algunas figuras –supuestamente– dirigenciales, se vive un contraste fuerte. De una parte, el país cumple ocho años de un proceso de transformaciones –que incluye a los medios de comunicación– y cuenta con el liderazgo consolidado de la Presidenta. De la otra parte, ni siquiera se intenta apelar a propuestas o programas que interesen a los ciudadanos opositores (que los hay, y muchos). Sólo se trata de dialogar a través de los medios entre ellos. En todo caso, si alguien –además del adversario o el posible aliado– quiere escuchar, pues bien, que lo haga. Un poco peligroso. Porque la democracia necesita de opositores responsables.
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