Horacio Méndez Carrera es el abogado representante de las familias de las dos religiosas y actual responsable del área de derechos humanos de la Cancillería. Representó originariamente a los familiares de las monjas francesas. Esta semana le comentó al diario Página/12 que los familiares de las religiosas le pidieron, cuando lo convocaron, que identifique la forma en la que desaparecieron Alice Domon y Léonie Duquet y que encuentre a los autores y el modo de condenarlos. Y agregó que si entonces le hubiesen dicho que iban a pasar 25 años para la condena, quienes le encargaron la búsqueda todavía estarían buscando abogados. Durante el jueves y viernes pasado Méndez Carrera y Luis Zamora, el otro abogado de la querella unificada, apuntaron a la responsabilidad de cada uno de los acusados, pero hicieron recaer el mayor peso sobre Alfredo Astiz y Jorge El Tigre Acosta. Sobre Acosta dijeron: “Fue el cerebro que planificó la operación y resolvió la eliminación”. Por eso reclamaron ante el Tribunal Oral Federal 5 la pena más severa que prevé el Código Penal: reclusión perpetua.
Méndez Carrera y Zamora son abogados de las familias de Azucena Villaflor de Devicenzi, Mary Bianco y Alicia Careaga, pertenecientes al grupo fundador de las Madres de Plaza de Mayo. Además, representan a los familiares de las monjas francesas y a otros siete integrantes del llamado “grupo de la Santa Cruz” secuestrados y desaparecidos en diciembre de 1977. Se trata de Ángela Aguad, Patricia Oviedo, Eduardo Orane, Raquel Bullit, José Fondevilla, Remo Berardo y Horacio Elbert. Es la segunda querella en pedir la pena de reclusión: la semana pasada lo hizo en su alegato el Gobierno Nacional a través del abogado Martín Rico, de la Secretaría de Derechos Humanos (ver entrevista).
El cuerpo de Duquet fue localizado en 2003 en el cementerio de la localidad de General Lavalle. Trabajó allí el Equipo Argentino de Antropología Forense (Eaaf). Descubrieron ocho esqueletos: cinco de mujeres, dos de hombres y uno dudoso. Este último, se comprobó dos años después, correspondía al de Duquet. El 25 de septiembre de 2005, 27 años después de haber sido secuestrada, la religiosa fue enterrada en el jardín de la Iglesia de la Santa Cruz, en el barrio de San Cristóbal. “Argentina tiene una gran deuda con Francia”, reconoció en ese momento Méndez Carreras. E hizo hincapié en la responsabilidad de Astiz en el secuestro. “Él quería borrar toda huella que lo uniera con los secuestros en la iglesia de Santa Cruz, que ya estaba teniendo mucha repercusión”, dijo. “Las autoridades francesas desean que la identificación de los cuerpos contribuya también al avance de los procedimientos judiciales en curso para aportar todos los elementos necesarios para el esclarecimiento de este trágico período”, había informado, por su parte, la Embajada de Francia en Buenos Aires. El cuerpo de Domon aún no ha aparecido.
La batalla de Méndez Carrera para juzgar y condenar a los represores que desaparecieron a las monjas ha sido larga e incansable. El primer pedido de extradición de Astiz se realizó en 1982, cuando estaba en poder de Inglaterra, como prisionero de la Guerra de Malvinas. Cinco años después, en febrero de 1987, la Cámara Federal porteña dispuso la prisión preventiva de Astiz por el delito de tormentos en la causa de las religiosas. La condena nunca se hizo efectiva por las leyes de Obediencia Debida y Punto Final.
Astiz declaró por primera vez ante la Justicia diez años después: en 2007 amplió su declaración indagatoria en la causa en la que se investigaba el secuestro y asesinato de las monjas. Durante tres horas, Astiz le negó al juez Sergio Torres los hechos. Y pidió que se realizaran “pericias hidrográficas”. “Lo hace para embarrar la cancha. Son claras maniobras dilatorias”, dijo entonces Méndez Carreras.
Hoy, el pedido que le hicieron hace tantos años a Méndez Carrera está cerca de cumplirse.
• EL DOCUMENTAL DE CATY
“Mi primer contacto con la real historia de Caty, apodo de Alice Domon, se da en 1995 cuando Horacio Méndez Carreras me entregó un librito que contenía las cartas que ella le enviaba a su familia en Francia desde 1967, hasta dos días antes de ser secuestrada”, relata Alberto Marquardt, realizador del documental Yo, sor Alice. “En la época que la hicimos, pleno menemismo, nadie hablaba de los derechos humanos y las Madres estaban solas. Las confesiones de Adolfo Scilingo arrancadas por Horacio Verbitsky fueron muy fuertes para mí y uno de los motores para realizar este documental”, agrega. A través de las innumerables cartas reproducidas en el libro de su hermana Arlette, se le da voz a los desaparecidos. A lo largo del film, el director se apoya en los testimonios de secuestrados en la Esma y de Madres de Plaza de Mayo, familiares, amigos y colegas misioneras. Marquardt fue militante del ERP y lo secuestraron en 1975. Estuvo preso en las cárceles de Rosario, Córdoba y Caseros. En julio de 1980 obtuvo la libertad vigilada y nueve meses después decidió exiliarse en París. El documental reconstruye la historia de lucha, miedos y profunda fe de Alice Domon y la dura realidad de esos años siniestros donde se evidencia el silencio de un sector de la Iglesia, la aparición de las Madres de Plaza de Mayo y la pelea de miles de familiares. Asimismo, le permitió a Marquardt volver a una época que consideraba sepultada en su memoria. A diez años del estreno de Yo, sor Alice, asegura: “Cuando comencé a investigar estaba muy lejos de imaginar que los pilotos que participaron en el vuelo donde mataron a las monjas y a las Madres de Plaza de Mayo alguna vez serían identificados y condenados. Que estos tipos que con toda impunidad hicieron lo que hicieron sean juzgados es fundamental. Se ha avanzado poco al respecto en el resto del mundo y estoy muy contento y orgulloso de que esto pase en Argentina”.






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