Año 3. Edición número 136. Domingo 26 de diciembre de 2010
Enrique José del Pino fue el único militar, de los 16 condenados a prisión perpetua por los crímenes cometidos en la causa ABO, sobre los centros clandestinos Atlético, Banco y Olimpo (ver notas en páginas 28 y 29). Sin embargo, pasó casi inadvertido para los medios, que prefirieron destacar los nombres de Julio Simón, Samuel Miara y Raúl Guglielmineti (éste condenado a 25 años). Poco se ha difundido sobre la trayectoria criminal de Del Pino, con destacada actuación en la represión en Tucumán, Bahía Blanca, Capital Federal y Gran Buenos Aires.
Nacido en 1945 en Catamarca, egresó del Colegio Militar como subteniente en 1965. Con el grado de teniente primero fue destinado al Operativo Independencia en 1975. Poco antes había hecho el curso de Técnico en Inteligencia en Campo de Mayo. Apenas llegado, integró los primeros grupos de tareas destinados por el general Adel Vilas al secuestro y desaparición de personas. Los tucumanos, a los pocos días de iniciado ese Operativo, llamaron a esos grupos “los encapuchados”. Del Pino fue de los más activos y destacados en esa tarea, ganando la confianza de Vilas, quien además lo hizo jefe de su custodia personal.
Del Pino fue reclamado por la justicia francesa por la desaparición de Maurice Jeger, corrector de pruebas de La Gaceta, crítico de libros, librero y traductor de francés, secuestrado en julio de 1975. Antes, Del Pino comandó la patota que secuestró a Manuel Antonio Álvarez, obrero textil, secretario gremial de Setia y delegado ante la CGT Regional. Según relató su esposa, al momento del allanamiento Álvarez reconoció a tres integrantes de la patota. Dos de ellos habían sido compañeros suyos en la escuela: los tenientes Del Pino y Tamayira (a) El Japonés. El tercero era otro teniente, Cabrera. En valiente actitud, Álvarez les reprochó el procedimiento, a lo que le respondieron con un golpe de FAL en la cabeza. Alvarez fue sacado desmayado de su hogar. Nunca más se supo de él.
El teniente primero Del Pino era un hombre de la noche. De noche operaba para secuestrar, torturar y asesinar. Y de noche salía de juerga. Muchos tucumanos fueron testigos de su presencia en la peña El Alto de la Lechuza, en San Miguel de Tucumán. En ese lugar marcaba a los aficionados a la poesía y el folklore que le resultaban sospechosos y después eran detenidos, secuestrados, muchos de ellos desaparecidos para siempre.
Cuando Vilas fue desplazado de la comandancia del Operativo Independencia, se llevó con él a Del Pino y a otros represores que se habían destacado por su ferocidad, entre ellos Froilán Carpincho Ruiz. En Bahía Blanca, nuevo destino de los combatientes del Operativo Independencia, llevaron a cabo todo el repertorio de atrocidades cometidas en Tucumán. Y hasta bautizaron con el mismo nombre que en Famaillá al campo de concentración: “La Escuelita”.
En Bahía Blanca, al igual que en Tucumán, fraguaron enfrentamientos para tirar cadáveres a la vera de los caminos. Eso pasó con Mónica Morán, una docente y alumna de teatro secuestrada de su hogar y asesinada por las patotas del Quinto Cuerpo. Según reveló Vilas en sede judicial, el ya entonces capitán Enrique José Del Pino comandó el grupo que “enfrentó a cinco subversivos, abatiéndolos”. En realidad, Vilas también confesó que había habido un solo muerto y que los otros cuatro cadáveres habían sido propia tropa, que simularon ser muertos para cumplir con lo aconsejado por los manuales de acción psicológica.
Del Pino, que revistaba en los papeles como destinado en el Batallón 601 de Inteligencia, actuó “en comisión” en Bahía Blanca entre febrero y agosto de 1976. A partir de entonces, sí, sentó sus reales en Viamonte y Paraguay, sede del 601. Pasó a comandar el GT 2, uno de los cinco grupos de tareas que actuaron en Capital Federal y Gran Buenos Aires. Fue visto, siempre acompañado por Carpincho Ruiz, en los campos de concentración llamados Banco, Olimpo y Vesubio.
El GT 2 tenía varias brigadas operativas. Todas ellas reportaban a Del Pino, quien a su vez sólo rendía cuentas ante sus jefes del Batallón 601 de Inteligencia. Cuando se crearon estos grupos, el GT1 fue destinado a combatir al PRT-ERP y operaba desde el 601, en Viamonte y Paraguay. En ese tiempo, el GT 2 se dedicó a Montoneros y su sede estaba en la Superintendencia de Seguridad Federal, mientras los GT 3 y 4 dependían de la Inteligencia Naval y de la Inteligencia de Aeronáutica y el GT 5 de la Side. Después, al GT 2 le asignaron mayores responsabilidades, ampliaron su capacidad operativa y pasó a funcionar directamente en el 601. Los GT estaban integrados por personal de todas las Fuerzas Armadas y de Seguridad y sus brigadas operativas estaban integradas por entre 4 y 6 personas.
El momento de gloria de Del Pino y uno de los motivos por los cuales fue condenado esta semana, ocurrió el 11 de octubre de 1978. Ese día, la dictadura informó que en un “violento enfrentamiento” en el barrio de Floresta, las “fuerzas legales” habían logrado abatir a dos “delincuentes subversivos”, después de un “feroz tiroteo” en el que perdió la vida un oficial de la Policía Federal y resultaron heridos un agente del Servicio Penitenciario y un oficial del Ejército.
La realidad fue que el grupo encabezado por Del Pino arrasó con el domicilio donde se encontraban Carlos Guillermo Fassano y Lucila Adela Révora y un hijo de ésta última, Eduardo Wado De Pedro, de menos de dos años de edad. Los dos mayores resultaron muertos, salvándose únicamente el niño. Los cadáveres de Fassano y Rébora fueron vistos por los prisioneros del Olimpo. En ese campo de concentración se supo, casi con lujos de detalles, lo que había pasado. La patota concurrió al domicilio de Belén 335 con la información de que había allí una elevada suma de dinero, supuestamente de la organización Montoneros. La rapiña fue tan feroz, que los tres primeros que ingresaron a un pasillo que daba a la vivienda fueron atacados por otros integrantes del grupo, que les arrojaron una granada, matando a un oficial de la Federal y provocando heridas a un agente penitenciario y a Del Pino.
Un prisionero del Olimpo, abogado, vivió una situación casi irreal, si no fuera que realmente ocurrió: debió hacer la instrucción del episodio, tomar declaraciones a los participantes y deslindar responsabilidades en el hecho, incluida la desaparición del dinero del que se habrían apropiado.
El 28 de setiembre de 1989, Del Pino efectuó un reclamo ante las autoridades del Ejército. Solicitó que le fuera reconocido como un “acto heroico” su desempeño en el “enfrentamiento” en el barrio de Floresta en el cual resultó “herido de bala en el brazo izquierdo”. Según Del Pino, en ese episodio demostró “valentía e intrepidez” y había “corrido grave e inminente peligro de perder la propia vida”. El Ejército no hizo lugar al reclamo.
Probablemente Del Pino, al hacer su reclamo se haya sentido muy seguro: en ese momento, según versiones muy fundadas, se desempeñaba en el Ministerio del Interior de la Nación. Hasta allí habría llegado porque en su destino anterior, en el Comando del Tercer Cuerpo, había sido el oficial instructor de la investigación de una bomba que estalló el día que el presidente Alfonsín visitaba ese lugar. Del Pino pasó a retiro en 1992, con el grado de teniente coronel.
http://sur.elargentino.com/notas/del-pino-¿un-astiz-en-el-ejercito
No hay comentarios.:
Publicar un comentario